lunes, 30 de mayo de 2016

¿Quién es usted?


     
     
     Crossfire, de 1947, llamada Encrucijada de odios en España, es una película de cine negro con unas gotas de drama social. Su escala es pequeña pero está bien construida. Entre sus actores destacan Robert Ryan, en otro papel de hombre turbio (de parecerlo, el tipo me era antipático; ahora lo aprecio), y Robert Mitchum, como persona recia y generosa. Que Encrucijada de odios sea un buen policíaco, o que lo sostengan actores solventes no es, con todo, lo que a mí más me interesa. Que en ella habite el personaje de The Man lo es. The Man, interpretado por Paul Kelly, sólo aparece en pantalla unos minutos, y su papel tiene poco que ver con la trama. Su nombre nunca llega a escucharse, y sólo por los títulos de crédito le conocemos como El Hombre, un apelativo genérico. Sin embargo, su actuación resulta memorable.

     Pongámonos en situación. Se ha cometido un crimen, y la policía busca como sospechoso a un soldado de nombre Mitchell. Desconcertado por sus problemas personales, confundido por el alcohol, Mitchell deambula por la ciudad encendida, ignorando la tesitura en la que se encuentra. En ese estado llega a un bar, donde se encapricha de una prostituta que bebe con los clientes; él a ella le cae simpático y como ve que es buen muchacho, le da las llaves de su apartamento, pidiéndole que la espere allí mientras ella termina en el bar. Mitchell, sin salir de su estupor alcohólico, se presenta en la casa y echándose en una cama se queda dormido. Cuando despierta, aún es de noche. Está solo, y sigue igualmente confundido. Es el momento en que un hombre entra en el piso y conversa con él:

Mitchell: ¿Quién es usted?
The Man: Soy un hombre que la está esperando. [Se refiere a la chica del bar, Ginny]. ¿Le parece bien?
M: Claro.
TM: ¿Quiere café?
M: Bueno.
TM: Soy su marido. El marido de Ginny. [Pausa]. Yo era soldado. Me falló el corazón. [Pausa]. Se estará preguntando qué es lo que ocurre aquí, ¿verdad?
M: Sí, supongo que sí.
TM: Bueno, pues pregúntele a ella. Era una perdida cuando nos casamos. Al principio no lo sabía, pero lo supe antes de casarme. Ese fue uno de los motivos por los que me enlisté, para alejarme de ella. Pero luego no pensaba sino en dejarlo y volver. Cuando volví, ella no me quería. Tiene gracia, ¿no? Pero aún la deseo. Todavía la quiero. [Pausa]. ¿Sabe todo esto que le acabo de contar? Es mentira.
M: Ya veo.
TM: No soy su marido. La conocí igual que usted, en el garito. No puedo alejarme de ella. Quiero que nos casemos, pero ella no me quiere.
M: Ya veo
TM: ¿Se lo cree? Bueno, pues eso también es mentira. No la quiero, y no quiero casarme con ella. Ella hace allí un buen dinero. ¿Lleva usted dinero encima?
M: No
TM: Ella a veces hace un buen dinero. [Pausa]. Oiga. ¿Cree usted que yo podría ser soldado? Quizás en el Ejército. Alcanzar un buen puesto y haber ganado algún dinero para cuando empiece la próxima guerra.
M: ¿Por qué no?
TM: ¿Por qué no? Porque no quiero. ¿Para qué iba yo a querer ser soldado? Soy demasiado inquieto. No sé lo que quiero hacer. [Pausa]. ¿La va a esperar?
M: No lo sé.
TM: Bueno, pues espérela si quiere. Así me tome el café, me echaré una siesta. ¿Tiene cigarrillos?
M: No.

     The Man afirma siempre con la misma severidad, con la misma contundencia, y nada distingue en su discurso la verdad de la mentira. En su siguiente aparición, la última, cuando la policía da con él trazando los pasos de Mitchell, ocurre lo mismo. The Man reconoce entonces que habló con el soldado, y sin que nadie le pida más explicaciones, añade:

TM: Me odia, sí. [Se refiere a Ginny]. Me odia sin duda. Estuve en el Ejército. Me dieron de baja con deshonor. Soy su marido. Hemos estado separados, pero todavía la quiero. No quiero el divorcio. No sé lo que hacer. Hicimos muchos planes, pero se quedaron en nada. Estaré por aquí si me necesitan.

     Esto último lo dice siguiendo a un policía, que se marcha sin prestarle atención. Así, ¿quién es The Man? ¿Quién es este personaje? ¿Y cuál de sus historias es la buena? Parece imposible saberlo, cuando cada una de sus afirmaciones contradice a la anterior. Incluso la final, ante la policía, difiere de la primera que contó al soldado, pues no habla de sus problemas de corazón, sino de una licencia militar “con deshonor”. ¿Tiene algo Internet que decir al respecto?

      Poco. La opinión más interesante me parece la del cinéfilo Chuck Stephens, para el que Paul Kelly representa al hombre americano de mediados del siglo XX. La clave de esta interpretación, creo entender, la ofrece el mismo apelativo del personaje. En pantalla vemos al hombre que volvió de la guerra, no triunfante, sino perdido, que vio que lo que había soñado para el tiempo de paz no se iba a cumplir. La guerra, según Stephens, desquició a The Man, y por eso no podemos saber si se trata realmente de un marido, de un proxeneta, o de un psicópata. Es así porque el americano de su tiempo es un hombre dividido. La opinión es lúcida, aunque quizás excesivamente amplia. Yo no voy tan lejos. 

     Creo que las diferencias en el relato pueden deberse a la dificultad del soldado para recordar lo que The Man le contó. Al fin y al cabo la escena del diálogo forma parte de un flashback, con el que Mitchell explica lo que vivió esa noche. El guionista, en vez de mostrarle diciendo “no recuerdo bien lo que escuché; tal vez fuera esto, o esto otro; yo no estaba en mis cabales”, compone, quizás, a un The Man que es, al mismo tiempo, todo lo que Mitchell escuchó o creyó escuchar. Y en el que las dudas se expresan con un "es mentira". Tengo presente que Mitchell es un narrador no fiable, tal como la crítica literaria lo denomina. Así, el auténtico The Man sería el último, el que la policía puede escuchar de viva voz.

      Sólo son suposiciones, pues nada lo define claramente. Mejor así, en realidad, porque en lo chocante, lo enigmático que resulta el personaje de Paul Kelly es donde reside su encanto. Aquí no hay engaño.


PD: En YouTube puedes encontrar el diálogo. Eso sí, en inglés: https://www.youtube.com/watch?v=CUcGCi29XJE