miércoles, 17 de mayo de 2017

En concierto

    
     Viernes noche, concierto de Biznaga en la sala El Sol. Un público entregado corea las consignas de la facción sombría: Una ciudad tan buena / para morir como otra cualquiera... La respuesta gremial me agrada, pero cuando pienso en ello no veo el motivo. Sé que estoy ante un acto de comunión, emocional, del que no obstante mi interés no participo. Me cuesta disfrutar de las canciones en vivo, no importa el grupo. Quizás porque la trama anímica que se forma con las escuchas repetidas, con la evocación asidua de los temas, es rigurosamente personal en mi caso. La de los conciertos es una realidad distinta: las referencias, los protagonistas son otros. El artista aparece como dueño de la música, salvo cuando el público se levanta para intentar arrebatarle ese dominio y… ¡Eso es! Eso es lo que me llama la atención, lo que me atrae en el concierto de Biznaga. Y aquí callo mis desafectos y simpatías por la banda, que nada tienen que ver con esto. Cuando el auditorio se hace presente en los estribillos, y reivindica lo particular en lo compartido, estoy, sin saberlo, asistiendo a una victoria individual. Aunque sea, paradójicamente, a través del colectivo. De ahí mi satisfacción, en la noche de concierto en la sala El Sol.

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